La ansiedad es uno de los trastornos psicológicos más extendidos hoy en día. Se estima que hasta un 20% de la población española puede padecer alguno de los trastornos de ansiedad a lo largo de su vida en cualquiera de sus manifestaciones: ansiedad generalizada, pánico, fobias, trastorno obsesivo compulsivoagorafobiaestrés postraumático.

En cuanto al trastorno de pánico se estima que un 1% de la población española lo padece, aunque estudios revelan que este trastorno puede estar subdiagnosticado, por lo que podrían ser muchos más casos.

Se estima que un 20% de la población española padecerá un trastorno de ansiedad a lo largo de su vida, de los que un 1% padecerá el trastorno de pánico.

El trastorno de pánico, se caracteriza por la aparición de ataques de ansiedad o crisis de pánico, en las que se experimenta una sensación de terror con la sensación de una muerte inminente.


Padecer estas sensaciones es desagradable en extremo por lo que la persona que lo sufre, tiende a evitar aquellas situaciones susceptibles de propiciar un nuevo ataque, esta evitación es lo que llamamos agorafobia.

Así, la persona va a reduciendo sus actividades, deja de hacer deporte, deja de ir a lugares donde se siente atrapado... llegando incluso a recluirse en casa, único lugar donde se siente seguro. Al fin y al cabo se busca la protección y la seguridad, evitando estas situaciones, se evita el miedo a volver a padecer miedo.


 ¿Cuándo acudir al psicólogo en busca de ayuda?

Si padeces ataques de ansiedad y tienes persistente preocupación por tener nuevos ataques o estás preocupado/a por las implicaciones de los ataques o por sus consecuencias como perder el control, sufrir un ataque al corazón, “perder la cabeza”, quizás sea el momento adecuado para pedir ayuda profesional para que valore tu situación.

En muchas ocasiones nos encontramos en la consulta, personas que tienen un trastorno de pánico de larga duración, llevan muchos años padeciéndolos y lo han “normalizado” dentro de su rutina habitual. Cuando se da esta situación el tratamiento es más complicado y lento ya que el proceso está muy instaurado como patrón de conducta.

Por el contrario, hay personas que acuden cuando el trastorno es incipiente, pues han padecido pocos ataques de ansiedad, por lo que normalmente el tratamiento es mucho más rápido y eficaz. En este contexto se necesitan menos sesiones para la total recuperación y el índice de recaídas es menor.