La frustración desde un punto de vista psicológico, ¿qué es? La frustración, es la respuesta emocional que experimentamos cuando tenemos un deseo, una necesidad, un impulso... y no somos capaces de satisfacerlo, entonces sentimos ira y decepción, un estado de vacío no saciado, donde cuanto mayor sea la barrera a nuestro deseo mayor será la frustración resultante.

Pero más allá de definiciones, nada mejor para ilustrar lo que es la frustración que recorrer ejemplos de la vida real a través de un personaje imaginario al que por comodidad narrativa llamaremos Esteban.

Esteban, hijo único, forjó su personalidad en un ambiente de excesivos mimos y atenciones, pero cuando tenía 6 años su madre quedó embarazada de nuevo y esto le supuso una amenaza que lo llevó a  sentirse profundamente frustrado. Sus esquemas vitales se habían quebrantado inevitablemente, él nada podía hacer, y así nació su hermano y toda esa frustración acarreada durante meses se convirtió en una conducta celosa y agresiva.

¿Significa esto que toda hija o hijo o único se sentirá frustrado cuando su madre espere un nuevo hijo? La respuesta es no. Cabe aclarar que no todos sentimos frustración ante las mismas situaciones, pues cada cual experimenta frustración según diversos factores que se han visto involucrados en su historia personal y vivencias, quienes le han rodeado, la educación, etc.


niño frustración

Por ejemplo, Esteban no se comportaba igual que su amiga Laura cuando ambos suspendían la asignatura de matemáticas. Mientras a Laura le servía de acicate para darse cuenta que tenía que esforzarse más, Esteban concluía que estaba negado para ello, simplemente se desmotivaba sumido en pensamientos de que era realmente incapaz.

Si bien las emociones nos ayudan a entender nuestro entorno y reaccionar ante él, no significa que todos sepamos interpretarlas correctamente. Unas personas pueden aprender y reflexionar de experiencias negativas, llegando a extraer conclusiones positivas y de superación, mientras que otras simplemente se dejan llevar y se hunden.

Volviendo a Esteban, los suspensos fueron en aumento y de igual manera su frustración también fue en aumento. Hay que comprender que la frustración es acumulativa, y si bien pequeñas experiencias frustrantes que por sí solas son inocuas, todas juntas, los suspensos, la idea de incapacidad, los celos de su hermano recién nacido, hicieron explotar la bomba de relojería emocional de Esteban. Empezó a volverse más agresivo, a evitar las situaciones que lo frustraban, faltando a exámenes y clases y a proyectar la responsabilidad de todo esto en los demás, contra compañeros de clase, contra su hermano y contra los profesores. Es decir, a escudarse detrás de mecanismos de defensa ineficaces.

Pero la vida sigue y un Esteban ya adolescente con 20 años prosigue en esa carrera de obstáculos que podemos definir como el proceso a la madurez. La agresividad inherente a su frustración le ha ido alejado de los demás. Esteban es consciente de ello, y tras sus episodios agresivos tiende a experimentar sentimientos de culpabilidad, una emoción, la culpa, que por dolorosa que parezca si es bien gestionada nos ayuda a evitar ser de la manera que no deseamos… De esta manera Esteban ha ido rebajando su nivel de agresividad con los demás, aunque sin encontrar una solución efectiva. Sin ir a la raíz del problema, se ha limitado a sustituir la agresividad por una conducta de racionalización como mecanismo de defensa, encontrando razones lógicas que expliquen su conducta y sentimientos, razones lógicas para sí mismo, pero esencialmente alejadas de la realidad.

En esta tesitura y un tiempo más tarde Esteban se decide a expresarle sus sentimientos amorosos a Verónica, una chica de la que lleva platónicamente enamorado 1 año, pero esta le rechaza amistosamente pues ella no siente lo mismo. Esto es un hecho muy doloroso para Esteban, pero más allá de gestionarlo con normalidad, su desengaño amoroso desata sus sentimientos de frustración con una fuerza inusitada. Le vuelven huraño hacia las personas del sexo opuesto, de las que a partir de entonces empieza a desconfiar y con las que literalmente trata de evitar relacionarse. Por supuesto ni se plantea para sí una relación amorosa en el futuro, su frustración y los mecanismos de defensa que ha desarrollado ante esta le vuelven ciego a la realidad, a la posibilidad de percatarse de que un hecho negativo es parte del todo, pero no es el todo.

El estrés y la ansiedad que siempre había experimentado, a causa de su cada vez menor tolerancia a la frustración le empiezan a crear serios problemas, lo cual se manifiesta en una rebaja notable de su calidad de vida. Su familia, que cuando era un niño nunca hicieron mucho caso de todo esto, se decían, “es un chico difícil” y no le daban más importancia, “ya cambiará”. Pero ahora que lo ven totalmente falto de autoestima y como ausente, empiezan a preocuparse y terminan por aconsejarle que trate de buscar una solución, que busque ayuda profesional, quizás ir al psicólogo.


Superando la Frustración

Esteban acepta la idea de recibir ayuda, un hecho de especial relevancia que no sólo significa asumir sus limitaciones y que parte del problema no reside fuera, sino en si mismo, a asumir que de hecho hay un problema que necesita una solución. Este es el primer paso en el resquebrajamiento del círculo vicioso de frustración-justificación que ha experimentado siempre, un paso que en cierta medida le resulta liberador.

Así emprende un camino para aprender a asumir sus limitaciones, a dejar de plantearse metas inalcanzables y aspirar a fantasías. A reconocer sus errores en vez de sólo limitarse a evitarlos y, sobre todo, a sacar conclusiones positivas de los mismos. Aprende que es beneficioso canalizar sus energías en una meta alternativa cuando otra se le vea imposibilitada. Cuántas veces no se habrá quedado inmóvil ante el primer inconveniente, piensa para sus adentros. Cuántas cosas no habrá realizado por no cumplir su idea de perfección. Debe acostumbrarse a no idealizar ni buscar el perfeccionismo por sistema. Cuántas experiencias sin experimentar, cuántos sinsabores por verse o creerse incapaz. “¿A dónde habrá ido mi autoestima?”, se pregunta, debe trabajar para recuperarla. Esta será quizás su nueva primera meta, aunque si se sincera, eso le asusta, tiene miedo de sentirse agresivo consigo mismo como cuando antaño no conseguía sus fines.

Poco a poco, en su camino hacia la solución de su problemática, Esteban va interiorizando el significado de una palabra que resuena por encima de las demás: aceptación.

En definitiva, cualquier persona que experimente frustración por sistema, debe emplear tiempo a repensarse, a conocerse más profundamente. Esto es necesario para alcanzar la aceptación personal, pero no nos referimos a una aceptación a nivel racional, sino una aceptación emocional, que pasa por ser consciente de los hechos y realidades del pasado propio, de aquellas partes que uno no conoce de sí mismo o simplemente no acepta.