Cuándo valoramos la posibilidad de acudir a terapia para resolver alguna situación que estamos viviendo o porque queremos mejorar en diferentes aspectos de nuestra vida, pueden surgirnos dudas sobre cúando es el momento oportuno para solocitar ayuda psicológica, si necesito realmente o no ir al psicólogo y cómo elegir al profesional adecuado y qué debo esperar de la terapia que voy a emprender.

En este artículo queremos responder a estas preguntas y arrojar luz sobre estas cuestiones para ayudarte a tomar tus decisiones.

Si nos remontásemos solo unos años atrás para contestar a esta pregunta probablemente la respuesta sería: nunca o, en el mejor de los casos, “cuando sintamos que finalmente nos hemos vuelto locos”. Y es que, a pesar de los muchos y muy diferentes resultados y estudios que han demostrado la validez y eficacia de las intervenciones psicológicas ante distintas situaciones, aun hoy la Psicología sigue siendo una ciencia aplicada y útil a la que se le atribuyen más estigmas y connotaciones negativas que a cualquier otra de la misma rama.

Pero lo cierto es que, si acudimos a la definición de “Salud” de la Organización Mundial de la Salud (OMS), nos encontramos literalmente con estas palabras:

La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.

Por tanto, y atendiendo a esta definición, parece lógico entender que no es necesario que exista un trastorno, afección o patología psicológica como tal para que finalmente solicitemos la ayuda de algún profesional de la Psicología. Pero entremos a desgranar esta idea a continuación.


Como veíamos anteriormente, y en contra de lo que quizás hemos pensado hasta ahora, la ayuda psicológica va más allá de intervenciones o tratamientos dirigidos exclusivamente a aquellas personas con algún trastorno psicológico diagnosticado o con sospechas de.

Cuando buscamos el bienestar, nuestro físico y nuestra mente van en una simbiosis indivisible. Y eso se pone de manifiesto en ambas dimensiones cuando alguna de las dos “falla”. ¿Cuántas enfermedades fisiológicas se ven influenciadas de una u otra forma por nuestro estado psicológico?, ¿cuántas patologías psicológicas tienen manifestaciones físicas?


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Al igual que intentamos prevenir las enfermedades físicas comiendo de forma saludable, intentando descansar las horas necesarias, haciendo deporte de un modo más o menos frecuente en función de nuestras posibilidades y necesidades... ¿por qué no trabajamos también en la promoción de la salud mental? Y es que así de amplio es el abanico de motivos o causas por las que acudir a un psicólogo: desde el deseo y la motivación por trabajar en conseguir la mejor versión de nosotros mismos, hasta la necesidad de intervenir psicoterapéuticamente para solucionar o aprender a gestionar alguna afección mental.


Problemas laborales, crisis emocionales, dificultades en nuestras relaciones sociales, familiares o de pareja, pérdidas de seres queridos, acontecimientos inesperados que cambian nuestra vida por completo, ansiedad, depresión, pensamientos obsesivos que ocupan nuestro pensamiento demasiado tiempo, acompañamiento en momentos difíciles, disonancias entre lo que somos y lo que queremos ser, falta de motivación, desorientación personal o profesional,... y un larguísimo etcétera que acogería muchas de las posibles necesidades que cada uno de nosotros pudiera presentar.


¿Cómo sé si necesito ayuda psicológica?

No podemos presentar una lista de puntos o requisitos que den respuesta a esta pregunta. Lo que sí podemos enumerar aquí es quizás una serie de emociones o sensaciones que todos hemos experimentado en algún momento, pero que por alguna razón se están haciendo más duraderas e/o intensas, por lo que probablemente estemos ante un motivo suficiente para pedir ayuda u orientación profesional: malestar, desorientación, insatisfacción, frustración, impotencia, angustia, rabia, sufrimiento, tristeza, desconsuelo, desesperación, sensación de pérdida de control, incomprensión, soledad, abandono, ira...


Este repertorio emocional puede obedecer o no a la presentación de un cuadro diagnóstico concreto, será el profesional encargado de tu valoración quien lo determine, pero en términos absolutos lo cierto es que poco importa si nuestro malestar tiene o no una etiqueta determinada. Al final lo que vamos a perseguir como objetivo último es aprender a trabajar y gestionar estas emociones de la forma más eficaz posible.


Uno de los beneficios básicos que podremos obtener de ir al psicólogo será el autoconocimiento personal. Quizás nunca hemos hablado con alguien de una forma tan expresiva y abierta sobre nuestros pensamientos y emociones y esto nos ayudará a saber más sobre nosotros mismos, así como probablemente a descubrir aspectos de nuestra personalidad que hasta ahora nos eran desconocidos.

Además de esto, también se producirá un proceso de aprendizaje por el que seremos capaces de identificar cómo esas emociones y pensamientos pueden gestionarse y cómo pueden condicionar nuestra forma de interpretar nuestro contexto por lo que, en consecuencia, aprenderemos cómo actuar en ellos de la mejor forma posible.

Otro de los beneficios directos que observaremos será un aumento en nuestra autoestima: hacernos conscientes de que hemos tomado partido por nuestro bienestar y que estamos haciendo lo posible por mejorar, repercutirá de forma positiva (aunque sea mínimamente al principio) en la percepción de nosotros mismos y nos ayudará a vernos como seres prácticos, válidos y resolutivos.

También es posible que otro de los beneficios que obtengamos sea el de tener la posibilidad de abrirnos ante una perspectiva diferente a la hora de enfrentar futuros problemas, ya que ahora contaremos con más herramientas de las que teníamos antes de acudir a sesión.

No debemos olvidar también del bienestar directo que nos produce la sensación de saber que podemos contar con una persona que nos sirve de descarga emocional y ante la que no nos sentiremos juzgados, puesto que la labor del psicólogo estará centrada fundamentalmente en escucharte, apoyarte y darte pautas de actuación que puedan serte útiles, dejando al margen sus juicios o creencias personales, que poco tienen que aportar al trabajo en sesión.


En Psicología, como ocurre con otras ciencias afines, existen diferentes ramas o “especialidades” que estarán más orientadas a trabajar con unas y otras problemáticas.

Podemos encontrarnos con psicólogos expertos en problemas de pareja, otros que han centrado su carrera en el conocimiento y tratamiento de los diferentes problemas de ansiedad o depresión, quienes han realizados estudios sobre sexualidad, psicólogos expertos en el trabajo dentro del ámbito laboral, violencia de género, fobias...

Como vemos, la Psicología se trata de una ciencia compleja y, en algunos casos difícil de concretar, puesto que la idea de dar con una “fórmula” que funcione con todas las personas que recurren a la ayuda psicoterapéutica es una utopía. Construimos nuestra forma de ser y estar en el mundo en base a las experiencias vividas y al aprendizaje que dichas experiencias nos han aportado. Por ello, es fácil comprender que cuando encontramos una técnica que funciona con un paciente, ésta debe ser adaptada a la personalidad y contexto de otro paciente y así sucesivamente para que la terapia sea ajustada y personalizada a cada persona.


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Toda aquella persona que ha intentado aproximarse, aunque sea mínimamente a conocer cuáles son los diferentes modos desde los que se puede trabajar, se habrá encontrado con un sinfín de conceptos y corrientes teóricas que no les aclara mucho ni les proporciona una idea, al menos general, de lo que puede encontrarse en consulta. Psicólogos conductistas, cognitivo-conductuales, los que apuestan por las Terapias de Tercera Generación, los que trabajan desde un punto de vista psicoanalítico o aquellos que combinan técnicas de diferentes campos… Son muchas las formas de trabajar y son muchos y muy diferentes los puntos de encuentro y desencuentro entre los distintos profesionales, pero si hay habilidades “técnicas” o capacidades que deben ser desarrolladas por todos y cada uno de los psicólogos para que el trabajo funcione en todos los casos, sea cual sea la postura teórica adquirida, éstas son:

  • Escuchar, pero de verdad. O lo que técnicamente se define como la “escucha activa”. Por encima de todo lo que puedan ayudarte, lo que necesitamos en primer término es ser escuchados. Estamos ante un psicólogo buscando una mano profesional que nos oriente a encontrar una solución y que entienda cuál es el estado actual de nuestra situación. Escuchar lo que tenemos que contarle y hacerlo de tal forma que nos sintamos comprendidos es una de las principales claves que nos ayudará a construir la alianza terapéutica necesaria, además de darles pistas sobre cuáles son los pasos que hemos de dar para que todo lo que intentemos funcione de algún modo.
  • Empatía. Que sean capaces de ponerse en nuestros zapatos y entender las razones y argumentos que les expresamos sobre nuestra problemática, independientemente de la opinión personal que tengan al respecto.
  • Evitar hacer juicios de valor. Un profesional de la Psicología es también una persona y, como tal, experimentará emociones y sensaciones provocadas en parte por nosotros. Pero su labor será la de ofrecer una postura comprensiva e incondicional que no entre a juzgar características personales.


¿Qué debo esperar de la terapia?


Siguiendo el hilo de lo que exponíamos anteriormente, parece claro que al final lo que debemos esperar de la terapia fundamentalmente es un lugar cálido, seguro y confiable en el que podremos ser nosotros mismos sin miedos a ser juzgados y pudiendo ser ayudado en las cuestiones necesarias por alguien que está ahí para eso, y que hará lo posible para que obtengamos los mayores beneficios de nuestros encuentros.

Como ocurre con todo, probablemente la terapia psicológica no sea la panacea que tiene una solución para todos los problemas existentes, pero lo que sí es cierto es que en ella se trabajará  para que esas dificultades sean enfrentadas de la mejor forma posible y podamos usar las malas experiencias como procesos de cambio y aprendizaje.

La terapia será un proceso de autodescubrimiento y aprendizaje de herramientas que nos ayude a enfrentar y gestionar de una manera óptima los desafíos de la vida.