El mundo digital globalizado nos ha aproximado progresivamente a una realidad de interacción interpersonal marcada por una comunicación rápida, despersonalizada, descontextualizada y donde el foco motivacional principal es la espera incesante de una respuesta en forma de audio o mensaje de texto.

Es cada vez mayor la notoriedad con la que este estilo comunicacional trasciende en el inicio, mantenimiento/consumación y finalización de las relaciones de pareja. De este modo a la hora de hacer un balance de costes/beneficios: ¿Qué ganancias reales en desarrollo emocional de pareja tiene este formato?

Para responder a esta pregunta, hemos querido desarrollar este artículo en el que exponemos una inmersión por diferentes estudios y conceptos que envuelven a estas nuevas fuentes de toxicidad en relaciones afectivas.

Para entender la trascendencia de esta dinámica, en la que una persona puede verse envuelta en la dependencia afectiva tecnológica hemos querido compartir con vosotros diferentes ejemplos fílmicos:

  • “Her” (2003): Esta película transgresiva con Joaquin Phoenix como protagonista, nos traslada un perspectiva dependiente apegada disfuncionalmente de un hombre con un sistema operativo, dando un nuevo contexto a las relaciones y trazando un futuro hipotético de hacia dónde iría la construcción de las relaciones afectivas.
  • “Catfish” (2010): Este documental trata de materializar un mensaje de amenaza, de cautela, desde el ciberacoso que parte de la base de como a través de aplicaciones de emparejamiento se crean identidades nuevas que fomentan problemas psicológicos a otras personas por parte del usuario que los crea.
  • “10000km” (2014): En esta película se puede apreciar el cambio que han supuesto las nuevas tecnologías en nuestras vidas. Y el paradigma que se plantea en esta historia es la posibilidad de ahogar una relación por el abuso del contacto.


¿Cómo es nuestra experiencia a través de las TIC? 


La construcción de relaciones sociales y afectivas a través de internet tiene un fundamento básico:


Las relaciones se consolidan de una forma rápida, ociosa y con efectos instantáneos

     (Bernal y Angulo, 2012; Espinar Ruiz y Gonzalez Ríos, 2009).

Esto traducido a contextos de relaciones de pareja ha establecido una tendencia donde la población joven vive sus relaciones de pareja, creando y manteniendo estos vínculos, a través de las redes sociales (Moral, 2001).

Esta fuente de comunicación tiene su propio lenguaje con connotaciones propias para entenderse como también su propia base de erotismo que enmarca una nueva forma de vivir esta experiencia como una fantasía subjetiva (Sotomayor, 2008).

Así pues, las redes sociales según varios autores de nuestra disciplina otorgan un enfoque virtualizado de la afectividad (Alfama, Bona y Callén, 2005). Esto examinado con mayor profundidad muestra evidencias de dos contextos de relación diferentes (Real vs Virtual).

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En base a estas diferencias, cabría preguntarse ¿Los motivos del conflicto y el desarrollo de los problemas de pareja son los mismos en estos dos contextos?


Lo cierto es que según recientes estudios comparativos en las que se han empleado tanto medidas longitudinales (de la evolución temporal de diferentes parejas virtuales y reales) y transversales (avances en la relación en distintas generaciones tanto de parejas virtuales como reales), indican que los problemas de dependencia emocional y los conflictos maritales y de pareja asociados a ellos tienen un motivo similar tanto a través de las ciberconductas de las parejas virtuales como en las conductas de convivencia de las parejas reales (Castelló,2005).

Además, esto no quedaría aquí, ya que la característica primordial que presentan las personas que ejercen conductas dependientes por medio digital y de manera presencial es la misma: la búsqueda de exclusividad. Ambos perfiles de dependiente establecen conductas comunicativas para acceder a ese “lugar privilegiado” apegándose disfuncionalmente con la otra persona (Castelló, 2005).

Sin embargo, ¿Existen diferencias generacionales en la manera de contextualizar estos comportamientos dependientes?


La principal diferencia reside en el uso diferencial de las TIC en la población joven y la población Adulta media y Tercera edad, ya que el 98,2% de la población joven de entre 16 a 24 años emplea el móvil según el INE (2013), y los propios jóvenes tienen como principal fin la utilización del móvil como forma de comunicarse y socializarse (Espinar Ruiz y Gonzalez Ríos, 2009).

Es así como las principales redes sociales (WhatsApp, Instagram, Twitter, Tinder, Tik Tok) desde sus diferentes algoritmos y estrategias de publicidad atrayentes generan un efecto de idealización en referencia al estilo de vida social orientado a la convivencia en pareja, al margen del conflicto.

Y en ese sentido, este estilo de vida virtual trata de encumbrar para los espectadores/ viewers de estas redes una aparente sintonía y afinidad de los miembros que se exponen (Influencers) creando un mensaje intrínseco e implícito: “Si deseas alcanzar esta conexión emocional, está en tu mano darlo todo para conseguirlo”.

Por tanto, son estas bases las que consolidan un hábito en el consumidor digital, que con el paso del tiempo fomentan síntomas claros de dependencia. Esta sensación de “atadura”, hará que algunos usuarios demanden constantes muestras de afecto por otras personas, búsqueda exhaustiva de felicidad aparentemente reflejada tanto en las frecuentes publicaciones y mensajes directos e indirectos de vacío y necesidad de afecto (Murolo, 2013).


Dependencia emocional y cómo lo vive la población joven.

Como se ha explicado anteriormente la búsqueda de nuevas relaciones virtuales ha sido posible gracias a los cambios de medios de comunicación, las redes sociales y tecnológicas que han configurado un marco contextual semejante una relación sentimental real.

¿Pero qué sucede realmente en la esfera psicológica de cada usuario para conformar este vínculo virtual?


Para autores como Widen (2016) se considera que la interacción con una persona virtualmente otorga al usuario estar abierto a un enfoque imaginativo y planes de futuro. Y esto a su vez también es respaldado por otros autores como Hansen (2016) que además añade que la estructura digital, con una interfaz práctica y sencilla y algoritmos reforzantes para el usuario, favorece a una sensación de seguridad e invulnerabilidad ante las posibles amenazas latentes como la publicación de información confidencial sensible.

A su vez, es común ver como la población joven a través de estos medios van a minimizar la sensación de peligro a través de la codificación y la educación digital progresiva , desarrollando de manera subyacente una exposición social intima a personas que no comparten su entorno cercano a través de una sensación idealizada de “falsa intimidad” (Kirpatrik, 2011).

Por otro lado, sumada a esta sensación de “falsa intimidad”, otro de los elementos sustanciales que contribuyen a la consolidación de dependencia emocional en pareja a través de los medios digitales, es la creencia de “entrega total” hacia la otra persona que tiene consecuencias dolorosas como placenteras a partes iguales. Este estilo de pensamiento tiene como principal factor deteriorante ese desequilibrio progresivo en el incremento temporal de costes y perdida de beneficios por parte de la pareja implicada (Pradas, et al., 2012).

Además de todo lo anterior, otra razón psicosocial para conformar este vínculo virtual reside en que este contexto permite a los usuarios tímidos e inseguros conocer a candidatos/as de ser futuribles parejas. Y esta gestión de las emociones desde la virtualización hace que este perfil psicológico de usuarios distanciados espacialmente comparta información privada bajo una perspectiva de protección y tranquilidad, ajustando su experiencia de interacción en distintos formatos y niveles de intimidad (Audios, videollamadas o mensajes de texto) (Widen, 2016).

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Algunos autores como Bescós (2002), plantean que la construcción de las relaciones virtuales y presenciales establecen como principal diferencia que en estas segundas existe tendencia a la preocupación por el conocimiento personal y las primeras tendrían como principal objetivo consolidar la relación. Esta información ha sido ampliada años después planteando que las relaciones virtuales al tener su primer acercamiento digital, hará que, pese a que en estas relaciones el encuentro presencial se produzca, la base de comunicación seguirá siendo virtual (Tritch, 2017).

Finalmente, otros autores plantean una visión en el que el proceso de construcción de ambas relaciones es similar, sin embargo, el peso de la planificación y moldeamiento encubierto (Pensar premeditadamente el “que decir” y “como” a la otra persona) en base a las circunstancias es mayor en la relación virtual. Y en este apartado la faceta física seria la que más sujeta a moldeamiento ésta por parte del usuario, además de generar un efecto desinhibitorio que beneficia a individuos con un perfil más inseguro, lo que les permite tener una participación más activa en la conversación (Sotomayor, 2008).


La dependencia emocional: descripción, etiología y diagnóstico.

Para acercarnos al concepto de dependencia emocional actual y como se ha diversificado a través de diferentes vías y en poblaciones de diferentes edades (Infantil, Joven, Adulta y Tercera edad), se debe plantear el comportamiento dependiente como un continuo que va desde una faceta aislada de la personalidad, hasta ser visto en el extremo del continuo como trastorno de la personalidad. Ésto ha sido estudiado por autores como Millon y Everly (1985) en su Modelo Circular. Este modelo se basa en 2 dimensiones situando al perfil dependiente en un estilo polarizado de Afiliación social.

Pero… ¿qué es realmente la dependencia emocional?:


Es la necesidad de carácter afectivo extrema que una persona muestra hacia su pareja a lo largo de diferentes relaciones.

(Castello,2005).

                                                                                                                                                                         

Y esto se manifiesta a través de varias capas de comportamiento tales como la sumisión, obsesividad sobre la pareja, sentimientos intensos de abandono que genera que uno o ambos miembros busquen exhaustivamente su presencia física y sentimental cuando hay un mínimo atisbo de separación.     

                                                                                                                          

Es por ello que conceptos como “Necesidad”, “Afectiva” y “Extrema” son empleados por nosotros como profesionales de la salud mental cuando acercamos al paciente a un enfoque de terapia psicoeducativo que distinga nociones básicas de estilos de relación:


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Es así como desde nuestro posicionamiento terapéutico trabajamos con la semántica de las palabras “necesidad” y “dependencia” y tratamos de guiar al paciente a un reposicionamiento y reestructuración de la búsqueda del deseo que se acerca a la expresión sana de afectividad.

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Por otra parte, desde el manual DSM-V (2013) (Nuestro manual psicopatológico y diagnóstico de referencia) se plantea que el desarrollo de un Trastorno de Personalidad por Dependencia, siendo la Enfermedad Crónica en la infancia y la Ansiedad por Separación las condiciones que anteceden a este desarrollo patológico.

Además, para autores como Millon, la dependencia emocional esta explicada desde dos factores:

  • Factores Biogénicos:
    • Disposición al afrontamiento físico por insuficiencia tiroidea crónica.
    • Biotipo endomórfico o ectomórfico.
  • Factores Ambientales:
    • Tendencia a la sobreprotección familiar.
    • Deficiencias en habilidades competitivas y de autonomía.
    • Seguimiento de roles sociales y actualmente atribuidos por la sociedad a nivel digital y global.

De esta forma, se ha tratado de estudiar en profundidad por diversos autores el perfil e identidad psicológica de una persona con dependencia emocional y a continuación os trasladamos algunas de las características más representativas y cercanas para el lector:

Apego Ansioso.


En sus trabajos sobre el Apego, Bowlby (1980) definió este concepto como la conexión psicológica duradera entre el cuidador y el niño que permite la génesis y estructuración sobre el comportamiento y estabilidad anímica posterior.

Es así como este autor, trazó un tipo de apego que iba asociado a estas dificultades anímicas asociadas a la separación de sus figuras de apego, el tipo ansioso. Consiste en la temida desprotección y separación del niño frente al cuidador que se manifiestan a través del temor por la pérdida de la figura vinculada, búsqueda de proximidad y protesta por separación.

Es por ello que evolutivamente, autores como Rutter (1990) aportaron información complementaria a la visión de Bowlby, asumiendo que lo influyente en la aparición en la conducta patológica de dependencia afectiva es la pérdida de vínculos emocionales.

Así pues, la conclusión sobre el perfil dependiente es que tras las “experiencias repetidas de desamparo, como la deficiente calidad de la relación previa, podrían desencadenar los factores de ansiedad por separación y así generar por parte de estos perfiles una peor calidad de la relación y con ello apegarse de forma ansiosa a los demás” (Rutter y Bowlby, 1990).

Sociotropia.


Es un estilo cognitivo presente en algunos pacientes que pueden tener predisposición a depresión. Pero en lo referente a personas con dependencia emocional, la sociotropia destaca en el individuo una necesidad imperiosa de afecto, temor y sobrevaloración de la emotividad.

De este modo este concepto ha formado parte de una realidad psicológica dicotómica donde su antagónico sería la autonomía en la que los acontecimientos desencadenantes de este comportamiento sería la consecución de los logros personales y la sociotropia se vincularía a la evitación del rechazo (Clark, Oates y Daily, 1995).

Relaciones interpersonales.


En lo referente a sus pautas de interacción social, las personas con dependencia emocional siguen unos patrones de comportamiento vinculados a un tipo de personalidad autodestructiva.

Pero… ¿en qué consiste este tipo de personalidad?; cabría destacar varios patrones de comportamiento que definirían a este carácter como el desarrollo de relaciones donde la persona con dependencia emocional tiene una tendencia a la subordinación a sus parejas o amigos, rechazo de ayudas o elogios y estado de ánimo disfórico o ansioso (Schaeffer, 1998).

Necesidad de refuerzo/aprobación social.


En el perfil de una persona con conductas de dependencia emocional destaca la progresiva preocupación por “caer bien” y esta necesidad incrementa a medida que el vínculo crece. Esto, por tanto, contribuye al aumento de la preocupación y rumiación de la persona por tener el beneplácito de su grupo social y por tener afecto de las personas con las que muestra sacrificio para mantener su vínculo.

Búsqueda de relaciones exclusivas.


Este es uno de los motivos que más desencadenan la separación, bloqueo, ruptura o conductas de Ghosting (de las que se hablará más adelante en el artículo). De este tipo de comportamientos de exclusividad diversos autores han tratado de establecer comportamientos de exclusividad que podrían aparecer en adicciones (Schaeffer,1998)

Tendencia a relacionarse con personas con rasgos narcisistas y manipuladores.


Se ha estudiado por varios investigadores la tendencia de las personas con dependencia emocional a elegir personas carentes de empatía, afecto, depositando sobre sus parejas privilegios, que son fuente de su idealización siendo motivo de sus alabanzas.

En resumen parece que para autores como Kenberg (1994) y Glickauf- Hughes y Wells (1991), la sobrevaloración de un polo ( que hace la persona dependiente) implica la minimización del otro (como suele hacer la persona que es admirada por el dependiente).

Dominancia en sus parejas.


Con todo lo descrito con anterioridad, se puede corroborar que con alta frecuencia los dependientes emocionales se involucran en relaciones asimétricas, asumiendo una posición de subordinación y sus parejas o personas admiradas de dominantes.

Esto dispone un filtro sesgado (parcial) de realidad en el que los dependientes admiran continuamente a sus parejas destacando sus virtudes y minimizando sus defectos, soportando sus desprecios constantes (Schaeffer,1998).


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